La fase transnacional del capital
y su implicación con los megaproyectos del sur – sureste de México
Por Alberto Hidalgo
Abril 2024
Presentación
El presente texto es la segunda entrega de la serie “geopolítica para todes” que realizamos desde Jaltun con el objetivo de profundizar en el fenómeno de reordenamiento territorial del sur – sureste de México. Bajo preguntas como ¿Qué entendemos por capitalismo transnacional? ¿Cómo se producen los espacios para la transnacionalización del capital? exploraremos conceptos en boga de la geografía económica contemporánea como las regiones fábrica, Zonas Específicas de Intensa Acumulación y el nearshoring.
El documento contextualiza de forma teórica cómo, bajo esta lógica de ampliar los espacios globales de logística, las distintas regiones de México se abren como menú para un posible reacomodo e intensificación de las cadenas productivas y de valor en un mercado global en proceso de reordenamiento. En particular, la región del sur-sureste de México se reconstruye como un espacio global clave para la expansión del capital transnacional de la región fábrica de América del Norte.
¿Qué es el capitalismo transnacional y cómo se vincula con la producción de megaproyectos?
El capitalismo como sistema económico es histórico, es decir, a pesar de que a lo largo de su existencia ha mantenido una estructura en la cual los medios de producción (como fábricas, tierras, maquinaria, etc.) son propiedad privada y son utilizados con el fin de obtener ganancias extraídas del trabajo del proletariado, este no es estático, es dinámico a través del tiempo, experimentando ciclos de acumulación y crisis a lo largo de períodos históricos que configuran las estructuras globales del poder.
Distintos intérpretes de la larga historia del capitalismo han tratado de brindar una clasificación histórica de su evolución como modelo productivo, siendo destacadas las interpretaciones sistémicas de Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi o William I. Robinson, autores que coinciden desde una perspectiva que observa al capitalismo como un sistema interconectado en el que las dinámicas económicas, políticas y sociales se relacionan y de cierta forma, se ordenan en etapas marcadas por ciclos de acumulación que pueden caracterizarse por la hegemonía de estructuras de poder a nivel global (Arrighi, 1999) marcadas por la capacidad productiva, comercial, militar, tecnológica y logística de actores centrales.
En este texto nos basamos en la teoría del sociólogo William I. Robinson (2013) para describir qué entiende por el modelo transnacional del capitalismo. Para este autor el sistema mundo capitalista ha evolucionado en cuatro etapas distintas. La primera de ellas sitúa su inicio en 1492 con la conquista de América y finaliza en 1789 con las revoluciones francesa, haitiana y estadounidense, es caracterizada como la “época del mercantilismo y la acumulación primitiva” (Ibid). Esta etapa se basó en políticas de control colonial por las potencias occidentales (siendo España y Portugal los países hegemónicos en ese momento) con el fin de extraer recursos y materias primas (primordialmente metales preciosos), crear mercados para sus productos manufacturados mediante una política económica de proteccionismo comercial en los territorios colonizados, imponiendo aranceles y barreras comerciales hacia el exterior. En esta fase, pese a una incipiente burguesía, eran la aristocracia y el clero las clases dominantes.
Señala el autor a la segunda fase como la ‘competitiva o clásica’, la cual se ve marcada por “la revolución industrial, el surgimiento de la burguesía como clase dominante y la consolidación del Estado-nación moderno, destacado por la Rev. Francesa y la revolución manufacturera del s. XVIII en Inglaterra” (Ibid). Esta fase tiene como punto clave la independencia de los Estados americanos, los cuales tenían como una de sus referencias económico – políticas acabar con el monopolio comercial que imponía el imperio español. En esta etapa el poder hegemónico se mueve a Inglaterra quien cobra una gran importancia mercantil y militar.
La tercera fase que menciona Robinson es la del capitalismo monopolio-corporativo que representó la “afirmación de un solo mercado mundial y el sistema de Estados – nacionales dentro del cual vino a quedar organizado el capitalismo mundial. Eso vio la aparición de la corporación industrial financiera e intensificó las guerras entre los poderes imperiales” (Ibid, 2013). Esta etapa está caracterizada por una economía mundializada en la cual cada país desarrolló su propia economía nacional interconectada a través del comercio y las finanzas en un mercado internacional integral. Este mercado se define por una competencia intensa entre las naciones dominantes, lo que provocó conflictos imperiales de gran envergadura.
Mientras que la cuarta fase es para el autor la fase transnacional o la “edad de la información” que posibilita la globalización tecnológica que representa una “transición de la fase Estado-nación del capitalismo mundial -con sus marcadas estructuras institucionales, organizativas, políticas y reguladoras- hacia una fase transnacional, cualitativamente nueva y aún emergente del capitalismo” (Ibid, 2013). Fase que desde 1970 ha avanzado y profundizado el diseño y producción de espacios a lo largo y ancho del globo terráqueo, sobre lo cual describiremos a continuación.
Siguiendo con las hipótesis de Robinson, la fase transnacional del capitalismo significa el avance hacia un mercado global cada vez más integrado sistémicamente. Es decir, se pasa de un modelo en que las economías nacionales con producción local comerciaban entre sí, a un modelo en que se globaliza el propio proceso de producción mediante circuitos de producción y acumulación encadenados globalmente. En otras palabras, mediante el establecimiento de un mercado global – transnacional, la producción se fragmenta y distribuye en diversos países con tareas precisas de una división internacional del trabajo que algunos autores denominan la fábrica global (Sassen, Klein, Giddens).
Esta fragmentación de la producción puede dividir las tareas en diversos lugares: la extracción de materia prima en un sitio, la fabricación de componentes en un lugar, el ensamblaje en otro, la comercialización en otro, teniendo una especial importancia las rutas comerciales que entrelazan los circuitos. En cada etapa, los trabajadores pueden estar sometidos a salarios bajos o condiciones de trabajo precarias, lo que permite a las empresas obtener plusvalíaEn una economía capitalista, los trabajadores venden su fuerza de trabajo a los empleadores a cambio de un salario. Sin embargo, el valor del trabajo que realizan durante un día de trabajo es a menudo mayor que el salario que se les paga. La diferencia entre el valor del trabajo y el salario se convierte en plusvalía y es apropiada por los empleadores como ganancia. en múltiples ubicaciones y múltiples procesos en la cadena global de producción, desde la extracción de las materias primas, los distintos momentos de la transportación, los procesos de transformación, el embalaje, comercialización, etc.
En este sentido, “(…) cada fracción de territorio es llamada a tener características precisas en función de los actores hegemónicos” (Santos, 1993). Como pueden ser los espacios para la extracción de recursos naturales, la instalación de fábricas manufactureras de bajos costos salariales, los agronegocios, el capital financiero, el desarrollo inmobiliario, las rutas de transporte, etc. Ejemplo de ello es el proceso productivo de los celulares smartphone que para su producción requieren hasta 75 elementos diferentes que son extraídos de distintos territorios al rededor del mundo. Al respecto, Geología y Mapas recapitula que
“la arena industrial utilizada para fabricar el cuarzo que se usa en pantallas de teléfonos inteligentes puede venir de Estados Unidos o China, pero el potasio añadido para mejorar la resistencia de la pantalla puede venir de Canadá, Rusia o Bielorrusia. Australia, Chile y Argentina suelen producir el litio utilizado en cátodos de baterías, el tántalo y la columbita necesarias para los transistores viene de un mineral llamado coltán el cual proviene principalmente de Congo4, Ruanda y Brasil. En China hay grandes reservas de tierras raras (neodimio incluido) así como estaño, germanio e iridio.” (Geología y mapas, 2017)
Así mismo, los procesos de diseño, manufactura y ensamblaje suceden en diversos lugares. El ejemplo del Iphone de Apple resulta muy concreto, pues requiere de una de las redes de proveedores más extensas a nivel mundial, ya que se apoya en fábricas ubicadas en China y Taiwán para ensamblar sus dispositivos, ensamblajes que provienen de diversas partes del mundo. “Según un informe de Apple de febrero de 2016, la empresa tiene más de 200 proveedores en 20 países y emplea a 1.6 millones de trabajadores” (Sami, 2016). Al respecto, este autor nos señala que
“mencionar una empresa en concreto no significa que solo haya una fábrica específica que trabaja con Apple, por ejemplo cuando mencionamos a Samsung como uno de los proveedores más importantes de Apple, nos encontramos con que hay fábricas. de Samsung en China, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia que abastecen a Apple. Lo mismo se aplica a Sony, que suministra a Apple desde 7 fábricas, incluidas 2 en China, 3 en Japón, una en Singapur y otra en Tailandia. (…)” (Ibid)
Finalmente, estos dispositivos tecnológicos tendrán como mercado el resto del mundo, a lo cual, requiere de una vasta cadena de distribución. En este sentido, la logística que interconecta a estos espacios extractivos, manufactureros, de ensamblaje y de comercio se vuelve estratégica para garantizar los flujos de mercancías, energía e información, sin fracturas ni interrupciones. Esta logística se articula sobre cadenas globales de producción y consumo, constituidas como espacios vitales del sistema capitalista transnacional. En este sentido, las rutas logísticas brindan un potencial geoestratégico a los territorios, no sólo para el país en el que se encuentran, sino para los diversos actores geopolíticos que hacen uso de estas.
La producción de espacios transnacionales
La adecuación de los espacios nacionales para el beneficio del capital transnacional, sea mediante la extracción de recursos, la producción maquilada, el uso de suelo, megaproyectos turísticos o infraestructura logística de transporte, ha sido caracterizado como la producción de espacios globales para la expansión del capital transnacional (Sandoval, 2020). Esta producción de espacios bien puede ejemplificarse mediante la privatización de playas para el beneficio de cadenas hoteleras, la desposesión de tierras para la explotación minera, la creación de infraestructura ferroviaria para el transporte de mercancías, la inundación de tierras para la creación de represas y diversos megaproyectos de importancia transnacional; “de esta forma los territorios nacionales se transforman en un espacio nacional de la economía internacional” (Santos, 1993), como analizaremos en el texto número 3 de esta entrega.
En este modelo productivo “el Estado-nación ya no es el principio organizador del capitalismo, ni contenedor institucional del desarrollo de clases y de la vida social” (Robinson, 2013), sino que son las corporaciones transnacionales las que imponen sus necesidades para producir el espacio adecuado y reproducir su modelo logístico. Pese a esto, los Estados mantienen un poder esencial, que recae en la generación de gubernamentabilidadCapacidad de un gobierno para gobernar eficazmente y mantener la estabilidad política y social en un país o una región. del territorio, el aseguramiento de este y su población; así como la generación de un modelo jurídico que facilite a las empresas su arribo y establecimiento; e incluso, la inversión de presupuesto público para construir infraestructura multimodal al servicio de estas corporaciones, como acontece actualmente en la región sur – sureste de México.
El ordenamiento transnacional fortalece la tendencia a la regionalización económica, es decir el acoplamiento estratégico de espacios globales (Garrido, 2022), que tiende a crear nuevos vínculos, nuevas zonas como la región de América del Norte formada por los países acoplados productivamente mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN hoy T – MEC), que en la práctica significa el rediseño del territorio y las fronteras de las cadenas productivas, pasando de estados nacionales a lo que Robinson caracteriza como estados transnacionales (2013). Mediante el redibujamiento de nuevas fronteras para la expansión del capital transnacional se han gestado las regiones globales, definidas como Zonas Específicas de Intensa Acumulación (ZEIA), las cuales comprenden un complejo entramado de infraestructura para la expansión del capital transnacional (Sandoval, 2020). Autores más apegados a la racionalidad económica de la CEPAL caracterizan a éstas como regiones fábrica (Garrido, 2022), las cuales son espacios integrados productiva e incluso militarmente.
Ejemplo de ello, es la región binacional México – Estados Unidos que se ha acoplado profundamente mediante la firma del TLCAN (hoy T-MEC), en donde los estados fronterizos de ambos países se encuentran enganchados, redibujando las fronteras productivas, pese a mantener restricciones para el libre tránsito poblacional. Bajo este redibujamiento, la economía mexicana ha quedado acoplada estratégicamente en el sistema productivo de la región de América del Norte, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, cadena productiva que Garrido (2022) denomina como la fábrica de América del Norte o Sandoval (2020) como la ZEIA de la frontera México – Estados Unidos. Visto favorable por algunos intérpretes de la economía, pero también criticable por la pérdida de soberanía nacional que las imposiciones transnacionales han generado (Hidalgo, 2022).
Mediante este modelo, las clases capitalistas dominantes pasan al escenario global mediante la transnacionalización de la producción y la propiedad del capital, por lo que se transforman en una “burguesía transnacional que se asienta en la cúspide del orden global” (Robinson, 2013). Estos sectores de clase capitalista transnacional captaron altos mandos de poder gubernamental en la década de 1990 y el nuevo milenio, gestionando poder para cambiar la formulación de políticas dentro de los estados nacionales en beneficio del mercado global, desmantelando el viejo sistema capitalista nacional y privatizando los bienes públicos, como el caso de las tecnocracias en México con Carlos Salinas de Gortari o de Argentina con Carlos Menen.
El proceso transnacional ha favorecido a las grandes élites mundiales, generando una desigualdad nunca antes vista, esto puede observarse en los datos brindados por Oxfam, donde señalan que
“el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza (valorada en 42 billones de dólares), generada a nivel global entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, casi el doble que el 99 % restante de la humanidad. (…) Por cada dólar de nueva riqueza global que recibe una persona del 90% más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1,7 millones de dólares.” (Oxfam, 2023)
Sin embargo, desde la crisis financiera de 2008, el desarrollo de la globalización y las cadenas globales de producción (marcadas por el acoplamiento productivo de China y los Estados Unidos) se han visto conmocionadas, seguidas por el proteccionismo nacionalista, la antiglobalización del trumpismoQue ha desencadenado una guerra comercial con China que tiene “como trasfondo el deterioro del empleo en los Estados Unidos a consecuencia de la desestructuración de sus cadenas de suministro por la internacionalización de parte de sus procesos productivos y, como contrapartida, el acelerado crecimiento del déficit comercial externo por las importaciones, en particular desde los países asiáticos” (Garrido, 2022) marcada por la guerra comercial con China y el estallido de la pandemia por COVID – 19 han marcado según Celso Garrido (2022) el fin de la dinámica de la hiperglobalización o el surgimiento de una nueva etapa de ella, “lo que ha dado lugar a la apertura de un intervalo de cambios que implican la posibilidad de reajustes en la configuración estructural de las cadenas globales y del conjunto de la economía globalizada” (Garrido, 2022). Según la perspectiva analítica de Sandoval,
“nos encontramos frente a una nueva fase de expansión del capital transnacional que avanza de manera intensiva, pero también busca hacerlo de forma extensiva en el nivel global, y para ello requiere de nuevas normas, desregulaciones / regulaciones y reformas estructurales que eliminen obstáculos a la producción y al comercio (transnacional) y permitan mayores competencias, como lo hace el tratado renegociado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).” (Sandoval, 2020)
Bajo este reordenamiento intensivo y extensivo del capital globalizado, se vuelve fundamental el encadenamiento estratégico de nuevos espacios que se encontraban en una relativa integración a las cadenas productivas, como el sur – sureste de México. Según la perspectiva de Garrido, esta salida de las crisis y tendencias proteccionistas frente a los riesgos geopolíticos (ver texto 1Señalamos en el texto anterior que “la acelerada disputa geopolítica que presenciamos en varios territorios alrededor del mundo y el surgimiento de nuevos actores simétricos como China, Rusia, Irán, Corea del Norte y los BRICS, plantea interrogantes sobre si esto representa una nueva guerra de naturaleza geoeconómica, una lucha por la hegemonía global, la eventualidad de un nuevo orden multipolar o una reconfiguración en la competencia por recursos estratégicos, todo esto que implica una rápida carrera por asegurar posiciones en áreas estratégicas” (Hidalgo, 2023) de la serie) se ha reflejado en fenómenos productivos de reubicación de las fábricas (reshoring), diversificación de los espacios productivos (salida de China principalmente de las fábricas estratégicas de Estados Unidos), regionalización productiva (nearshoring) y acoplamiento productivo con países explícitamente aliados (allyshoring).
El fenómeno del nearshoring ha sido muy debatido recientemente en la academia económica y en los discursos políticos nacionales, pues se vislumbra que dicha estrategia tendría los ojos puestos sobre el territorio del país debido a su ubicación geográfica y sus acuerdos de libre comercio, particularmente el T – MEC. Este fenómeno macroeconómico refiere a la “relocalización para acortar distancias en las cadenas de suministro para controlar los riesgos al tiempo que se aproximan a los grandes mercados, reduciendo los costos de transporte” (Garrido, 2022), además de disponer de mano de obra barata y desentenderse de los costos por externalidades ambientales. Este autor señala que esta tendencia se relaciona con la regionalización de las cadenas de proveedores asociados a países con bajos costos y próximos a grandes centros de consumo, como el caso de México con Estados Unidos y Viet Nam con China y Japón.
Bajo esta lógica, las distintas regiones de México se abren como menú para un posible reacomodo e intensificación de las cadenas productivas y de valor. En este sentido, el encadenamiento estratégico de la región sur – sureste de México, mediante los megaproyectos de logística ferroviaria, aeroportuaria, portuaria y energética se convierte en un fenómeno geoestratégico clave en el reordenamiento de la globalización y el sostenimiento competitivo de la fábrica de América del Norte, volviendo a la región un espacio global para la expansión del capital transnacional. Región que se vuelve de ambición por su concentración de recursos (agua, gas, petróleo, minerales, etc.), concentración de mano de obra abaratada – precarizada (con presencia significativa de población indígena, campesina y en situación migratoria) y su geografía estratégica entre Norteamérica, Centroamérica y las cuencas del Golfo de México, el Caribe y el Pacífico, que buscan ser interconectadas mediante la modernización de los ferrocarriles interoceánicos. Como parte de esta estrategia de reordenamiento se construye una serie de megaobras de infraestructura para encadenar a la región con la lógica de producción transnacional, que tiene como mercado los Estados Unidos y la cuenca del Pacífico.
En la siguiente entrega de “Geopolítica para todes” profundizaremos en los vínculos entre megaproyectos y el reordenamiento territorial bajo las lógicas del capital transnacional.
Bibliografía
Garrido, Celso. (2022). México en la fábrica de América del Norte y el nearshoring.
Geología y Mapas. (2017, April 12). Los minerales que hacen tu smartphone – Geologia y Mapas. Geología y Mapas. https://geologiaymapas.com/2017/04/los-minerales-hacen-smartphone/
Hidalgo, Alberto. (2022). Fronterizando Mesoamérica; geopolítica de las migraciones en el sureste mexicano [Para obtener el grado de licenciado, Universidad Nacional Autónoma de México]. 132.248.9.195/ptd2022/octubre/0831943/Index.html
Hidalgo, Alberto. (2023). ¿A qué nos referimos cuando hablamos de geopolítica?, Jaltun. De la serie Geopolítica para todxs. Link: https://jaltun.mx/investigacion/geopolitica-para-todes/
Oxfam. (2023, January 16). El 1% más rico acumula el 63% de la riqueza producida en el mundo desde 2020. Oxfam.
Peregalli, A. (2022). IIRSA, entre integración regional y racionalidad logística (1era ed.). Peter Lang.
Robinson, W. I. (2013). Una teoría sobre el capitalismo global : Producción, clase y Estado en un mundo transnacional (Siglo XXI Editores, Ed.; 1era ed.).
Sami, B. (2016, May 31). ¿Quiénes son los proveedores de Apple y dónde están sus fábricas? Iphone Islam. https://iphoneislam.com/es/2016/05/who-is-apple-supplier-and-where-they-are/53710
Sandoval, J. M. (2020). Introducción. In coordinación general de Juan Manuel Sandoval Palacios… [et al.]. (Ed.), Espacios globales para la expansión del capital transnacional en el continente americano (1a ed). Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Santos, Milton. (1993). Los espacios de la globalización . Anales de Geografía de La Universidad Complutense de Madrid, 13, 69–77.
Texto: Alberto Hidalgo – Edición: Sara Cuervo – Diseño web: Miguel Guzmán – Diseño e ilustración: Yadira Martínez