
Depredación inmobiliaria: ¿qué pasa con los animales cuando se construye sobre sus hogares?
Publicado 15 abril, 2025
El crecimiento urbano está acabando con los animales de la Península. Especialistas entrevistadas por Jaltun coinciden en que el desalojo forzado de cientos de especies de aves, mamíferos e insectos que habitan este territorio los está desapareciendo.
La última vez que el campesino y apicultor Carlos Yamá se encontró con un oso hormiguero fue hace cuatro años. Antes los veía todo el tiempo porque es una especie depredadora de las abejas. Para la comunidad era un animal habitual como también los flamencos, el ocelote y el tigrillo; especies que Yamá Ventura tampoco ha vuelto a ver con la misma frecuencia.
Los osos hormigueros o tamandua mexicana son una especie en peligro de extinción protegida por la NOM-059 de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Las últimas veces que la prensa reportó la aparición de estos animales en zonas urbanizadas ha sido porque se los detectó gravemente heridos o muertos.
No existe un censo ni monitoreo de fauna silvestre oficial en zonas no protegidas, sin embargo, en la plataforma iNaturalist, utilizada por especialistas y aficionados en biología, del 2011 al 2025 se registraron 78 avistamientos de osos hormigueros en Yucatán. En los registros fotográficos que sirven para verificar las observaciones se ve a 42 de ellos asesinados, casi todos por atropellamiento.

Según el Consejo Civil para la Silvicultura Sostenible, de 2019 a 2023 se perdieron 285 mil 580 hectáreas de cobertura forestal en la Península de Yucatán. Montes que eran la casa de 3 mil especies de insectos, 543 especies de aves, 118 de reptiles, 60 tipos de murciélagos y cientos de mamíferos.
El desalojo de los animales
En teoría, la ley contempla el rescate de la fauna ante el crecimiento urbano. Uno de los requisitos para el cambio de uso de suelo es realizar un plan de identificación, rescate y reubicación de fauna silvestre, en especial si son especies protegidas. Es decir: quien deforesta la casa de un animal tiene que mandar a ese ejemplar a otra parte. El problema es que ya no hay adónde.
En diciembre de 2024, se hizo público el contrato del gobierno federal con la empresa Susoma Soluciones Ambientales, donde quedaba claro que los animales eran vistos como un estorbo para las construcciones ferroviarias del Tren Maya y no como una prioridad. Jaguares, tapires y venados fueron catalogados como “fauna nociva” y el plan para ahuyentarlos incluyó trampas, niebla, feromonas, ruidos, pirotecnia y dardos tranquilizantes.
Carlos Yam Chin, profesor de Botánica y Manejo de Fauna Silvestre, explica en entrevista en su laboratorio del Tecnológico de Conkal que, cuando se definieron las Unidades de Gestión Ambiental (unidades ambientales para gestionar el territorio) en la península de Yucatán, no se tomó en cuenta la diversidad que hay en la selva baja caducifolia que ocupa todo el norte del estado. Esto es, lo que se conoce comúnmente como monte. Al contrario, esa zona fue catalogada de crecimiento urbano ante el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio Costero del Estado de Yucatán.
Al no ser considerada una vegetación biodiversa como otros tipos de selva, sino una zona de crecimiento, las inmobiliarias han arrasado con la selva baja. Para “cumplir” con el protocolo que establece la Semarnat, los animales desalojados se reubican en zonas con vegetación cercanas al proyecto donde se va a deforestar. Carlos Yam explica que, la mayoría de las veces, éstas zonas son un parche de monte que colinda con otros sitios urbanizados, y que más que reubicar a los animales los encierra.
“Los proyectos también están obligados a dejar un porcentaje de conservación, pero sus unidades de conservación son parques o sitios donde no puedes reubicar fauna. El pilar de todo es la flora. Cuando quitas la flora, dañas a la fauna silvestre porque son sus recursos”, explica Yam Chin, quien también es consultor en manifestaciones de impacto ambiental y planes de manejo de vida silvestre.

Además, la diversidad de la selva es tan grande que es imposible rescatar a todas las especies que habitan en ella, pues muchas se ocultan o están en constante movimiento porque son de amplia distribución. Por ese movimiento natural terminan llegando a la ciudad buscando una supervivencia que pocas veces encuentran.
El efecto Jumanji: fauna silvestre en la ciudad
Un cerdo disfrutando del aire acondicionado de un banco, una nutria escondida debajo de un automóvil, ocelotes atropellados. La aparición de animales salvajes en la ciudad es cada vez más común, según dice, en entrevista con Jaltun, Odeisi Mora Camacho directora del Centenario de Mérida, uno de los dos zoológicos que resguardan animales silvestres encontrados en la ciudad.
Camacho explica que existe una red de bienestar animal en la que intervienen muchas instituciones como Semarnat y Profepa, y que la labor de Animaya y el Centenario es resguardar animales heridos o perdidos en zonas urbanas. Hace unas semanas, por ejemplo, un mono araña y su cría fueron encontrados en un árbol grande de una casa abandonada en Mérida.
Lechuzas, aguilillas, tejones, mapaches, venados y osos hormigueros llegan con fracturas expuestas, deshidratados, desnutridos, maltratados, atropellados, lastimados durante la construcción de un inmueble o por chocar con un cable de alta tensión. En el caso de los reptiles, muchas veces son exterminados por las personas ante el temor de un envenenamiento.
El protocolo es valorar si las heridas de los animales pueden curarse y si sobrevivirían al reintegrarse a su hábitat. Tienen que esterilizarlos para evitar que patógenos o parásitos dañen a las otras especies del zoológico. Y a veces es necesaria la eutanasia. Agotan todas las opciones antes de quedárselos porque están al límite de su capacidad. El Centenario tiene 594 ejemplares de 85 especies diferentes de aves, reptiles y mamíferos. Tanto el Centenario como Animaya están al tope de su capacidad.
“Cada vez se hacen más escasas las zonas rurales que no estén impactadas. Entonces, buscar zonas que sean adecuadas para ellos se hace más complicado”, dice Mora Camacho.



Los parches de vegetación (el último recurso para hacinar a la fauna) se saturan de especies que naturalmente no se organizan de esa manera. El desequilibrio ha provocado la llegada de especies oportunistas que depredan a las que solían vivir ahí. La fauna feral y doméstica, como los perros y los gatos, también es una amenaza para los animales silvestres en parches periurbanos. Se comen a las iguanas, a los tejones, a las zarigüeyas, a las crías de venados. Los gatos ferales son la principal causa de muerte no natural de las aves, después están los edificios.
Y eso no solamente ocurre en la ciudad. El campesino Carlos Yamá vive en Kinchil, un pueblo de Yucatán que lleva años denunciando las afectaciones de la empresa porcícola de Kekén.
En entrevista, dice que la fauna inducida ha sido, incluso, una de las estrategias aplicadas por la empresa para afectar la crianza de animales que realizan las y los campesinos vecinos a la mega granja de cerdos: han visto pumas, coyotes y jaguares en la zona ganadera, especies que difícilmente llegarían por sí mismas a esa región.
“En el poniente del estado ya no vemos el pavo de monte ni el codorniz cuando era hasta parte de nuestra dieta. Hemos visto algunos cerca de los desechos de la mega granja y eso les cambia su alimentación, incluso dejan de ser reproductivos entre ellos mismos”, añade.
Zoonosis: enfermedades que contagian animales a humanos
Los animales que no se mueren por la extinción de su hábitat, los que sobreviven a los ataques de fauna doméstica y que intentan adaptarse a la ciudad, pierden sus cualidades silvestres. En zonas turísticas, las administraciones tienen que pedir a los visitantes que no alimenten a los animales, que aprendieron a mendigar comida y eso los ha vuelto vulnerables a enfermedades y a reacciones agresivas. Es ahí cuando las consecuencias llegan a los seres humanos, pues esta adaptabilidad forzada incrementa la posibilidad de una zoonosis.
En sus monitoreos, el profesor Yam ha encontrado pavos de monte con varicela y, como no existe tratamiento de ese tipo de enfermedades para la fauna silvestre, está seguro de que esas aves morirán.
“En muchas partes del mundo las enfermedades surgen precisamente porque se rompen las barreras ecosistémicas”, explica el profesor. Él mismo se ha enfermado de salmonella porque, a raíz de su trabajo, siempre está en contacto con la fauna del monte.
En 2023 la gripe aviar mató a 3 millones de pollos en Yucatán, el brote afectó a las granjas de Samahil, Oxholón, Kinchil, Tamchén, Timicuy y Chocholá, y algunas personas de comunidades afirmaron haber comido carne de pollos posiblemente infectados con el virus.
Ese mismo año, durante la deforestación causada por el Tren Maya hubo un brote de leishmaniasis cutánea entre los trabajadores de Quintana Roo. Se trata de una enfermedad antigua, desatendida y tropical que compartimos con algunos animales y que encuentra mejores condiciones de propagación cuando se traspasan esas barreras.

Los humanos invaden el espacio de los animales
Carlos Yamá, el campesino, tiene claro que el cambio de vida de los animales repercute en las personas. Sin decirlo explícitamente, habla de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denominado “una sola salud”, un enfoque integral que reconoce que la situación sanitaria de las personas está condicionada por la salud de los animales y los ecosistemas: “Es una afectación total en todos los sentidos y lógicamente nos afecta a nosotros”, dice el también apicultor.
Carlos Yam, el profesor, afirma que es urgente un desarrollo planificado de las ciudades, pues dejar un porcentaje de conservación no es suficiente cuando esos espacios se convierten en parches sin comunicación entre ellos. Toda infraestructura pública, empezando por las carreteras, debería considerar pasos de fauna realmente adecuados. Los que existen ahora no funcionan porque los animales tienen recorridos fijos y un túnel puede verse como una infraestructura intimidante.
Por su parte, Odeisi Mora opina que es necesario cambiar la perspectiva respecto de la fauna silvestre: “Antes, cuando llevaban a un animal, le llamaban donación. Pero una donación es cuando das algo que es tuyo y la fauna nunca le ha pertenecido al ser humano. Ellos tienen una vida libre. No somos los únicos y ellos estaban primero que nosotros en esos espacios. Somos nosotros los que estamos invadiendo su hábitat y no al revés. Tu fuiste el que construyó donde no era tu espacio”, finaliza.
