
La muerte masiva de las abejas nos deja a las puertas de una crisis alimentaria
Publicado 3 junio, 2025
La agroindustria, con su uso de agrotóxicos y su componente de deforestación, la depredación inmobiliaria y la proliferación de mega granjas de cerdos y pollos en la península de Yucatán tienen a las abejas en riesgo. Comunidades mayas y expertos dieron detalles del desastre, a la par de exhibir la desidia de gobiernos y organismos de control.
El ocaso de las abejas es asumido en las comunidades mayas de la península de Yucatán como una realidad que golpea en el presente. El riesgo de extinción resulta cada vez más tangible. Se agotó el tiempo para negociar con quienes son sabidos responsables de la eliminación masiva de los polinizadores. Los pueblos originarios de Yucatán, Campeche y Quintana Roo entienden que sólo cuidándose a sí mismos, velando por la supervivencia de las colmenas, actuando en conjunto en las situaciones de intoxicación, e incluso litigando por cuenta propia, puede haber alguna esperanza.
De los gobiernos federal y estatales, las comunidades ya esperan poco y nada: quizás que, a partir de algún rapto de lucidez política, dejen de favorecer a los actores de la ganadería y la producción de cultivos extensivos y transgénicos con programas de promoción al agronegocio industrial. Que reconozcan que la apicultura y la meliponicultura atraviesan una instancia de desastre. Eso, cuanto menos.
A la defensa de las abejas y el territorio, las comunidades mayas le han sumado en los últimos años la prédica de una posibilidad que hoy se expresa casi a modo de certeza: la eventual extinción de ese polinizador colocará a la península de Yucatán en estado de crisis alimentaria. Y no sólo por la pérdida de la producción de miel y el impacto económico derivado de esa actividad que se apaga: los pueblos son contundentes al momento de detallar cómo las abejas son fundamentales para la proliferación de casi la totalidad de los cultivos de alimentos que se generan en el sureste mexicano.
El impacto letal que implicaría la pérdida total de las abejas en el territorio peninsular, junto con la exposición de las afectaciones permanentes que padecen las y los productores de miel por efecto de la deforestación agravada, el uso de agrotóxicos, y la contaminación derivada de la actividad de las mega granjas de cerdos y pollos, fueron algunos de los ejes clave sobre los que se basó un encuentro promovido recientemente por la Alianza Maya por las Abejas Kaabnalo’on en el municipio yucateco de Chacsinkín.
De esa actividad tomaron parte apicultores de comunidades como Hopelchén, en Campeche, quienes comentaron con visible preocupación que incluso las comunidades menonitas vecinas a ese pueblo —largamente responsables del exterminio de polinizadores a partir del uso intensivo de plaguicidas— ya se ven impactadas por la desaparición de las abejas y reconocen una merma en la calidad y cantidad de sus cosechas.
“Los menonitas están rentando o directamente comprando colmenas para llevarlas a sus plantíos de sandías. No están teniendo buenas cosechas. Necesitan con urgencia la polinización de las abejas, están desesperados. Uno vino pidiéndome hasta 50 colmenas. Pero igual no aprenden a valorar la importancia de las abejas. A esas colmenas que ahora buscan con tanta prisa luego las matan con los agroquímicos”, afirmó un productor de miel de esa comunidad maya.
En Chacsinkín, Rémy Vandame, experto del Colegio de la Frontera Sur, tuvo a su cargo la disertación que más énfasis hizo respecto del drama alimentario que viene si la elevada mortandad de abejas no se detiene cuanto antes y por completo.
A cada dato expuesto por el especialista le siguió la intervención reiterada de apicultores de sitios como Tizimín, San Francisco Suc-Tuc, Bolonchén, Tekax y Kinchil, por mencionar algunas comunidades, quienes dieron cuenta de un escenario de colapso ambiental que amenaza con acabar por completo con los polinizadores.
“Casi todo lo que cosechamos depende de las abejas”, afirmó Vandame. “Si no están, prácticamente todo se pierde”, siguió. Sostuvo que la labor de polinización de las abejas incide en un 90 por ciento en la evolución de cultivos como la calabaza, el melón, la vainilla, la sandía y el chile, por mencionar algunos.
En el caso de la producción de aguacates, ciruelas, mangos, y pepinos, la incidencia directa del insecto en la producción oscila entre el 40 y el 90 por ciento según el caso. Vandame aportó otro dato potente: “En los solares de la Península de Yucatán las familias cosechan un promedio de 525 kilos de alimentos al año. Bueno, el 26,5 por ciento de esas cosechas se debe a la polinización que hacen las abejas”.
“Hablamos de 139 kilos de alimentos al año. O sea, una cuarta parte de la producción que se realiza en los solares es por efecto de las abejas. Y eso se perdería si seguimos con este escenario de contaminación”, dijo.

En otro momento de su disertación, Vandame hizo referencia a números económicos anuales, siempre relacionados con la incidencia de los polinizadores en la agricultura que se lleva a cabo en la península de Yucatán. “El valor económico de la producción agrícola es de 17 mil 447 millones de pesos, de los cuales 2 mil 241 millones surgen a partir de la polinización”, expresó.
“Entre la producción de miel que se hace en nuestra región y el servicio ambiental de polinización, podemos decir que el aporte total de las abejas a la economía de la península es de 2 mil 751 millones de pesos anuales”, añadió, para luego señalar que, al ritmo de contaminación que vamos, ese monto se perdería en apenas un puñado de años.
Las abejas ante la posibilidad de desaparecer
Las cifras que dan cuenta de la reducción dramática que exhiben las abejas en el sureste mexicano apabullan. Sólo en los últimos dos años, apicultores de los municipios Hopelchén y Tizimín padecieron la pérdida de al menos cuatro mil 400 colmenas por consecuencia del uso intensivo de insecticidas como el fipronil.
Los productores de miel de San Francisco Suc Tuc en Hopechén perdieron más de 3 mil 300 colmenas únicamente en marzo de 2023 y por efecto, también, de las fumigaciones con agrotóxicos. En mayo de este año, las pulverizaciones con plaguicidas acabaron con casi 100 colmenas en Tekax, Yucatán.
“Y esos son los casos que se denuncian. El otro problema es que nos estamos acostumbrando a que aparezcan abejas muertas. A que un día llegas y de pronto una colmena se te murió. Los apicultores seguimos adelante hasta un día ya no poder porque recuperar una colmena implica un dinero y un tiempo que no tenemos”, comentó a Jaltun un productor de miel de Campeche, en el marco de la actividad en Chacsinkín.
Otro apicultor añadió: “La contaminación afecta a toda la Península. Hay más de 500 granjas porcícolas y toda la soya que se produce en Campeche es la que se llevan ahí para alimentar los cochinos. Nos han clausurado como miel orgánica por esas granjas ¿y por esas pérdidas quién va a responder? En Maxcanú, Kinchil, Celestún, estamos muy molestos”.

En la actividad también participaron apicultores de Quintana Roo. “En José María Morelos, en la comunidad de Candelaria, estamos sufriendo pérdidas por agroquímicos desde 2018”, aseguró un campesino, quien enseguida añadió: “En 2018 en particular yo perdí 32 colmenas. Apenas estábamos iniciando con la apicultura. Ese año en la zona se perdieron más de 555 colmenas por las fumigaciones con fipronil sobre plantaciones de chile habanero”.
El Colegio de la Frontera Sur tiene medido cómo el exterminio de los polinizadores pega de lleno en el bolsillo de las y los apicultores. Según Vandame, las colmenas exterminadas entre marzo de 2023 y mayo de este año en Hopelchén, Tizimin y Tekax implicaron pérdidas cercanas a los 20 millones de pesos.
“Las abejas que se mueren son trabajos, ingresos, que se pierden. Y los que vemos aquí no son todos los casos, sólo los que se han estudiado en profundidad. No tenemos que aceptar ni normalizar estas situaciones de intoxicación”, enfatizó el experto.
Seguido a esas palabras, un apicultor de Campeche hizo referencia a un aspecto que se omite al momento de hablar de la mortandad de abejas que ocurre en la península de Yucatán: el daño emocional que sufren las y los productores en el territorio toda vez que sus colmenas son aniquiladas.
“Tenemos que hablar de la parte emocional. Lo que sufren las personas. Pasan de tener las colmenas, de sentir una esperanza porque saben que algo van a cosechar, a quedarse con absolutamente nada. Eso es algo que debemos considerar”, sostuvo el campesino, que incluyó a la tristeza como otro sentimiento representativo de lo que ocurre con las abejas en el territorio.
En otro tramo del encuentro, Vandame mencionó a la deforestación como una variable determinante al momento de explicar la merma poblacional que muestran las abejas en la península de Yucatán.
“La deforestación en Los Chenes, por ejemplo, es para sembrar soya transgénica. Y algo similar ocurre también en Bacalar. Para las abejas eso es un desierto verde. El monocultivo lo ven de esa forma. En los últimos 25 años se perdió el 9 por ciento de la selva maya, o sea, casi una décima parte. Y esto va en acelere”, dijo.
Ya en el tramo final del encuentro llevado a cabo por la Alianza Maya por las Abejas Kaabnalo’on en Chacsinkín, Leydy Pech, reconocida defensora maya de Ich Ek, Hopelchén, compartió una reflexión por demás de contundente.
“Nos impusieron un modelo de desarrollo que es externo a nuestra forma de vida. Tenemos que ser conscientes y ver lo que ha pasado. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué estamos vendiendo o rentando? Si sé que es mi patrimonio ¿por qué no puedo trabajar, sembrar, mis tierras? Eso que está pasando es algo que tenemos que responder entre todos. Qué nos pasó para que muchas de esas tierras hoy estén en posesión de empresas, menonitas, inmobiliarias; todo lo que ha llegado. ¿Por qué se nos ha quitado a nosotros ese derecho de trabajar y desarrollarnos como sabemos?”, preguntó, dirigiéndose al grupo reunido.
“Tenemos que trabajar desde adentro, pero mientras no seamos conscientes de esto que está pasando, por más que se hagan reglamentos no lo vamos a lograr… Si los venenos son lo que nos está matando ¿por qué no se quitan? Toca hacer campaña: necesitamos que se generen cambios profundos, políticas públicas que puedan proteger a las abejas; que garanticen la protección de los territorios donde cohabitamos los indígenas y las abejas”, remarcó.
Las abejas y una afectación extendida a todo el territorio
Las afectaciones que se detallaron en la actividad en Chacsinkín deben asumirse como muestras dramáticas de una tragedia ambiental que transcurre en tiempo real. Y a la que, de forma casi permanente, se añaden factores que profundizan el desastre del que son víctimas las abejas.
En ese sentido, la proliferación de tiraderos de excrementos que vienen promoviendo las mega granjas avícolas en las selvas de la Península añade un efecto negativo adicional para la supervivencia de la apicultura y la meloponicultura.
En comunidades mayas como Kinchil, San Antonio Sihó, Acanceh o Mocochá se multiplican los productores de miel que dan cuenta de afectaciones en sus colmenas por efecto de la proliferación de moscas, la muerte de la vegetación y la contaminación del agua derivada de los desechos que empresas como Kekén, Bachoco y Crío descargan de forma ilegal en los montes.

“Desde que empezaron a tirar las excretas aquí cerca, las cosechas han bajado hasta en un 80 por ciento. Aparte, para hacer el tiradero primero desmontaron varias hectáreas. Derribaron árboles de dzidzilché, jabines, de tzalam, todas plantas muy importantes para poder hacer miel. La contaminación del agua mata a las abejas y, bueno, después están las moscas, que ahora las tenemos que sufrir todo el año”, comentó a Jaltun un apicultor de Kinchil.
“Antes sólo teníamos a las moscas en agosto y septiembre. Ahora incluso hay clases de moscas que pican, parecidas a los tábanos. Tratan de entrar a las colmenas y, por supuesto, comerse la miel. Todo eso ha generado un estrés en las abejas que hace que produzcan menos o, directamente, las colonias traten de migrar. Cada vez tenemos más complicaciones para seguir con este trabajo”, agregó.
Ubicada en la comunidad maya de Paraíso, en el municipio de Maxcanú, Yucatán, la cooperativa Meyajtbil, dedicada a la meliponicultura, es otro ejemplo de cómo la destrucción de los hábitats empuja a las abejas a un escenario de extinción. En ese territorio, el agronegocio industrial promovió en los últimos dos años la deforestación de 100 hectáreas colindantes con la comunidad.
Al mismo tiempo, el pueblo también es presa de la contaminación que genera una mega factoría de cerdos propiedad de Agroindustrias Moba, aparcera de Kekén, la firma que monopoliza el negocio de la comercialización de carne porcina en el sureste mexicano.
Las consecuencias de semejante presión ambiental fueron detalladas a Jaltun por una de las integrantes de la Cooperativa. “La afectación que genera la selva deforestada nos ha hecho perder colmenas durante el último año. Las abejas se quedaron sin árboles para pecorear y migraron. En 2024, por la situación que ocurre con los árboles, directamente no cosechamos nada de miel. La deforestación de esas hectáreas en la entrada del pueblo ha sido terrible para las colmenas de meliponas”, contó la entrevistada.
“Además de deforestar, sabemos que en esas 100 hectáreas también han aplicado agroquímicos. Además de las meliponas, los productores que tienen abejas Apis también sufren las afectaciones. Otro problema ligado a la deforestación son los incendios que ocurren, en muchos casos provocados y también en cercanías de ese terreno deforestado”, comentó.

La integrante de Meyajtbil sostuvo que, en términos económicos, cada pérdida de colmena de meliponas es un golpe letal a los ingresos de las familias que integran la cooperativa.
“Para poder tener una colmena nueva nos demoramos al menos 8 meses. Y se necesita un año para decir que hay cierta estabilidad en esa misma colmena. Mientras tanto, hay que colocar polen, cera. Y esperar a que nada vuelva a afectar a las abejas en ese tiempo, ya que las meliponas son muy sensibles y los cambios ambientales les resultan fatales. Todo eso requiere un esfuerzo y también dinero, que muchas veces no se tiene. Por eso la actividad de las meliponas está tan en riesgo en muchos lugares”, explicó.
De un extremo a otro de la península de Yucatán, las poblaciones mayas dedicadas a la producción de miel y el cuidado de las abejas dan cuenta de un escenario de daño ambiental que mantiene a los polinizadores al borde de la desaparición. Y anticipan un futuro de escasez de alimentos y derrumbe económico campesino si las variables que hoy perjudican a las abejas no son revertidas en el corto y mediano plazo.
También subrayan que semejante desastre tiene autores y tutores, porque no existe el ecocidio sin responsables. En ese sentido, y además de señalar al agronegocio en todas sus variantes, enfatizan que ninguna catástrofe ocurre sin la complicidad de los organismos de gobierno –municipales, estatales y federales– y las dependencias oficiales encargadas de hacer cumplir las leyes. Mencionan, como prueba de esto último, todas las sentencias judiciales desacatadas y las denuncias desoídas por las autoridades frente a las afectaciones que se multiplican a través del Mayab.